La aventura dialéctica
por Tomás Abraham
Sócrates inicia su clase de filosofía con una pregunta. Nosotros decimos clase como si estuviéramos en un colegio cuando, en realidad, nos situamos en una cárcel. Allí está el filósofo. En cualquier situación interviene la filosofía. No necesita de un ámbito específico, ni tampoco de un tema ajeno al contexto de su enunciación. Allí están en la celda, angustiados por la próxima muerte de su maestro, y éste promoviendo la aventura dialéctica para que sus oyentes cambien su pensamiento, vean otra cosa, sientan diferente.
No será con un discurso bello que lo logrará. El método socrático exige la activa participación del interlocutor. Van juntos, maestro y discípulo, por el mismo camino. El primero es quien orienta la travesía, el segundo comunica su estado de comprensión.
La navegación y la medicina eran consideradas por Platón artes o modos de hacer similares a la filosofía. Como un timonel coordinado con el vigía, como el médico en su auscultación, el filósofo marca el movimiento lógico con una pregunta casi medicinal: ¿se encuentra bien? Al tratarse de filosofía, en este caso, la pregunta de Sócrates solicita la aquiescencia de su acompañante. Pregunta si está de acuerdo con el procedimiento empleado, o inquiere por su punto de vista sobre lo conversado, su deducción parcial o su aprobación sobre las consecuencias de lo ya dicho.
La primera pregunta de Sócrates es: “la muerte, ¿es alguna cosa?” Los discípulos responden que sí, que es algo. A nadie se le ocurre decir, y menos a Platón por sí mismo o en boca de un personaje, que no, que no es nada, que es un invento de Sócrates o de las comadres supersticiosas, que la pregunta no tiene objeto. Sí, claro, la muerte es algo, no se sabe qué pero algo es.
La siguiente pregunta de Sócrates ya no es una pregunta sino un desvelamiento de todo lo que seguirá pero con signo de interrogación. Comienza el ejercicio de la ironía, se pregunta como si no se supiera cuando la respuesta está en la misma interrogación.
“¿No es la separación del alma y del cuerpo, de manera que el cuerpo queda de un solo lado y el alma sola del otro, no es esto lo que se llama la muerte?”
Si le agregamos la siguiente pregunta: “Te parece, Simmias (uno de sus acompañantes), digno de un filósofo lo que se llama el placer, como, por ejemplo, el de comer y beber (…) o los placeres del amor?”
Sí, no, sí, no. Ya está todo cocinado a fuego lento. Una vez armado el cadalso, el ajusticiado comparece para el acto final. De ahí la siguiente pregunta: “¿la justicia es algo o es nada?” El alma, el cuerpo, la justicia.
El delincuente no es Sócrates, por supuesto que no, es el Cuerpo, sí, el maldito, ese envase que hay que llenar de contenido, alimentar, que se abolla, enferma, que nos llena de amores, deseos, temores y quimeras. El cuerpo nunca conduce a la sabiduría, insiste el maestro. No contento con esto extiende su argumento: “¿de dónde nacen las guerras, las sediciones, los combates?” Estuche carnal que nos hace esclavos de las pasiones y nos ciega, no tenemos más remedio que abandonarlo si queremos llegar a la verdad, a la libertad, la felicidad, y la serenidad.
Sócrates les anuncia la buena nueva de su viaje. Volverá de donde viene, porque de ahí venimos, de la muerte. Nuestra ciencia, reafirma, no es más que reminiscencia. Nada en la experiencia nos ilumina respecto de las ideas de magnitud, igualdad, salud, fuerza, belleza, bondad, justicia. Son abstracciones que no se inducen de lo que se ve. Las ideas universales ya las tenemos en el alma, es ella, el alma, que las tiene escritas y nos conduce a la Verdad.
Encerrada en el cuerpo, el alma sufre, los sentidos la turban, la extravían, la hacen vacilar, tener vértigos, como si estuviera ebria. ¿Cómo no estar beodo si las cosas no se detienen nunca, cambian constantemente, y la brújula psíquica apunta para todas partes?
Nada detiene a las cosas mortales, la locura acecha a los hijos de la apariencia. Sólo una vez que lo divino mande, si el alma se recoge en sí misma y no tiene comercio alguno con el cuerpo, si el hombre medita siempre y aprende a morir, entonces sí, la liberación está cerca.
¿No es, entonces, la filosofía, una preparación para la muerte?
Foto: Cora Burgin (Serie Botánico de Barcelona)
noviembre 17, 2007 a las 4:42 pm
«No será con un discurso bello que lo logrará. El método socrático exige la activa participación del interlocutor. Van juntos, maestro y discípulo, por el mismo camino. El primero es quien orienta la travesía, el segundo comunica su estado de comprensión».
Excelente
noviembre 17, 2007 a las 4:43 pm
«Comienza el ejercicio de la ironía, se pregunta como si no se supiera cuando la respuesta está en la misma interrogación».
noviembre 17, 2007 a las 4:45 pm
la locura acecha a los hijos de la apariencia» ???
ah esto no lo entendì
noviembre 17, 2007 a las 5:02 pm
medusa
la brújula desorbitada, las cosas fuera de quicio ya que el devenir de lo real es pura metamorfósis inasible, la mente se pierde si no hay permanencia, la verdad es Una.
noviembre 17, 2007 a las 7:31 pm
Es difícil no ser hijo de la apariencia… Me atrevo al juego especular: la muerte es la preparación para la filosofía, al menos para aquellos a los que la locura no ha logrado alcanzar aún.
noviembre 18, 2007 a las 1:30 am
Tomás, perdoname por ser tan reiterativa en mis comentarios, pero no tengo nada más que decir que lo mismo de siempre. Muy buena esta clase. Ay, la muerte…
Agrego: qué linda la foto: el agua quieta, los juncos erguidos.
noviembre 18, 2007 a las 12:39 pm
Tomás, en otro post hay un menemista y CM decía que leía a sócartes, por eso te pido que le mandes a este bloger una «bibliografía completa de sócrates» a ver si se hace mas culto.
noviembre 18, 2007 a las 3:46 pm
Gracias Tomàs, muy ùtil tu explicaciòn y muy buenas tus clases.
noviembre 18, 2007 a las 4:26 pm
El final de tu escrito me recordó una parte de la película The meaning of life, de los Monty Python, de cuando los personajes hablan del crecimiento personal, del conocimiento de uno mismo… hablan los que están sentados en la mesa de juntas de la corporación, jóvenes ejecutivos que dicen que los seres humanos no pueden crecer porque las cosas de la realidad, lo coidiano, los distrae. Y claro, diciendo esto los distrae un edificio cargado de viejitos que irrumpen -y matan- para realizar un abordaje…
Si la muerte es la separación del cuerpo y del alma: ¿es la vida la unión de ambas cosas? Siguiendo con esto, y si la filosofía es, efectivamente, una preparación para la muerte, ¿acaso puede haber filosofía fuera de la vida?, ¿no es el «diálogo» entre el alma y la realidad la que genera pensamiento y, por lo tanto, filosofía? Finalmente, este Sócrates está determinado por un contexto… Perdón que comente así de disperso, pero me quedo reflexionando y se me abren preguntas y parece que esto no se acaba. Muchas gracias.
noviembre 19, 2007 a las 2:43 pm
Tomás, habría que preguntarse si este discurso no es más que para consolar a sus discípulos, si es la última palabra que tiene sobre la muerte. Habría que preguntarse si no es la religión, en cambio de la filosofía, quien tiene la función de consolar. Son muy pocos los que se atreven a decir que la filosofía tiene como fin consolar al ser humano, y no creo que sea ni Platón o Sócrates para el caso.
Es más, existe la posibilidad de que la verdad no nos pueda consolar en lo más mínimo.
Otra cosa es preguntarse por qué los discípulos lograrían consolarse con este discurso. De hecho, el intento de ayudarlo a escapar nos diría que poco le han creído a Sócrates.
noviembre 19, 2007 a las 4:31 pm
Tomàs me quedè pensando, despuès de 10 años de Comunicaciòn donde nos dicen que la verdad no es unica sino que es un cosntructo social; vos me venis a imponer de nuevo una verdad univoca.
Che, me habia costado bastante entender a Deleuze ya ahora volvio la Verdad (?!)
noviembre 20, 2007 a las 9:55 pm
pase minutos de algunos dias en estos ultimos meses en una sala de terapia intensiva .un amigo enfermo con «la vacteria» una nueva derrota de la ciencia . no voy a quejarme .
recordaran a la niña enjaulada creyendo ser la causa de la peste en «el septimo sello» , eso creyo mi amigo . su cuerpo obeso escarado podrido hasta los huesos le produjo tal dolor .yo impabido le sonrreia a el y a los otros en las camas o a su alrrededor. protagonista el horror . la avides de consuelo sin respuesta era un blanco fondo sin letras .
noviembre 21, 2007 a las 7:29 am
Tomas, si el cuerpo es el culpable, que dice Socrates con respecto a su cuidado? Prescribia algun tipo de disciplina fisica o alguna dieta especifica? Me interesaba para seguir comparandolo con algunas disciplinas orientales como el taoismo, que plantea que para combatir a los «5 ladrones» (los sentidos), hay que practicar cierto tipo de dieta y ejercicio fisico. Muchas gracias.
noviembre 21, 2007 a las 1:53 pm
anonimo: para el cuerpo, la parresia de foucault
noviembre 21, 2007 a las 1:56 pm
acerca del cuidado de sí y del uso de los placeres entre los griegos, ver los dos últimos libros de Foucault
noviembre 21, 2007 a las 3:27 pm
gracias! alli iremos
noviembre 22, 2007 a las 8:54 am
Y «El último Foucault» de Tomás Abraham y el Seminario de los Jueves.
noviembre 22, 2007 a las 12:38 pm
Sìiiiiiiiii, tengo El ultimo Foucault, lo disfrute mucho.