por Flavia de la Fuente
Queridos amigos:
Ayer a la nochecita llegamos a Buenos Aires después de un viaje agitado. En el auto también venía mi mamá. Lejos de mí insinuar que por su presencia el viaje fue más agitado de lo habitual. Por el contrario, ella fue una pieza clave en la resolución del problema que nos alteró la rutina. Así que veníamos, como siempre, escuchando música a todo volumen, manejando a 110, pensando en todo lo que nos habíamos olvidado en San Clemente y mirando el paisaje que estaba más verde que nunca. Después de tanta lluvia primaveral la Argentina ya no parece la Argentina sino Gales. El verde claro de las hojas nuevas y el pasto tenían un brillo británico. Las vacas negras y marrones hacían un buen contrapunto con la inmensidad verde. Escuchábamos una caja de cuatro discos de doo wop de Rhino. La vida parecía maravillosa. Todo era tan hermoso que incluso Q estaba absorto disfrutando de la belleza del paisaje y todavía no se había puesto a leer el librito con la información del disco, su ocupación principal en los viajes. Llegamos a Dolores, tomamos rápido un café con medialunas y decidimos seguir viaje para BA. Subimos al auto, puse el aire acondicionado, prendí las luces y seguimos contemplando la pampa, los ríos caudalosos, las lagunas con patos y flamencos (o algo parecido). Muchos pájaros, muchos insectos. Pasamos Sevigné, Castelli, Guerrero. Cruzamos el río Salado. El sol me pegaba fuerte en la cara porque ya era de tarde. Recorrimos unos cincuenta kilómetros a todo doo wop. La ruta 2 estaba tranquila, casi vacía, era un viaje placentero. Ya estábamos cerca de Lezama cuando, de pronto, Q se aburre de mirar por la ventanilla y decide que es hora de ponerse a leer su librito de doo wop. Lo busca en el bolsillo de la puerta del auto y ¡no estaba! Del ritmo siestero pasamos en un instante a la desesperación. Puse las balizas y me detuve en la banquina para poder buscar más tranquilos. Q abrió la puerta y nos invadieron mosquitos gigantes. Le rogué que la cerrara de inmediato. Continuamos la búsqueda dentro del coche pero no encontramos nada. Q estaba desconsolado. Decía que ese librito era algo único. Que nunca más lo iba a conseguir, que era un tesoro perdido. Y tenía razón. Esas cajas ya no se venden. Q estaba seguro de que se le había caído en Dolores pero temía que el tipo de la moto que estaba ahí cuando ocurrió todo, un joven canchero de mirada torva, se lo hubiese afanado. Le dije: “Mirá que hay que hacer 100 km más, 50 de ida y 50 de vuelta”. “Pero el libro es único. Mirá qué alegría si lo encontramos”, me respondió. “Bueno, tenés razón. Vamos de nuevo a Dolores”, le contesté. Así fue como volvimos a la YPF de Dolores para probar suerte. De nuevo el mismo paisaje pero al revés y el sol ya no me daba en la cara. En media hora llegamos al lugar del crimen. Estacionamos enfrente del bar. Nada en el suelo. Yo esperaba, escéptica, parada al costado del auto. Mi mamá ayudaba a Q en su búsqueda frenética. Le preguntó a la gente del bar, a los expendedores de nafta, nada de nada. De pronto, mi vieja le dice: “Fijate en el tacho de basura que está al lado del baño”. Y ahí estaba la gema perdida. Con una sonrisa, Q volvió a mi encuentro con su librito un poco manchado de aceite. A modo de celebración decidimos brindar con otro café, esta vez con un brownie. Muy concentrado, el niño Q limpiaba con servilletas su adorado libro manchado. Lo hacía con tanto ahínco que le dijimos que lo iba a romper. Volvimos al auto felices. Como dice Q, nos invadía la alegría del pobre, volver a recuperar algo que creíamos perdido. En la foto Q sonríe con su librito. Después no pasó nada más. El sol volvió a darme en la cara. De nuevo Sevigné, Castelli, Guerrero, Lezama.
Llegamos a BA a la peor hora. La autopista era un infierno. Además de haber un embotellamiento dantesco, el sol me daba en los ojos. Primera, un paso, punto muerto, frenar. Me dolía la rodilla, no podía ver bien. Llegué a lo de mi mamá con un dolor de cabeza tremendo. Pero, pese a sentirme una ruina humana, no abandoné la obsesión de la cual era presa desde hace unos días. Quería comprarme el libro nuevo de Vila-Matas, Exploradores del abismo. Dejamos el auto en el garaje y notamos que estábamos hambrientos. Comimos a las ocho una pizza napolitana con mucho ajo en Pizza Donna y después nos fuimos arrastrando al Alto Palermo a comprar el libro. Hacía mucho calor, había mucha gente, mucho ruido. Nos sentíamos extraños, dos campesinos en una ciudad desconocida y abrumadora. Huimos del shopping ni bien logramos nuestro objetivo. Era una noche bochornosa. Nos costó caminar las tres cuadras hasta lo de mi vieja. Finalmente, logramos llegar a la casa. ¡Qué placentero que puede ser el silencio! Q, de inmediato, se fue al cine a ver la película de Fito Páez y yo me quedé dormida. Todavía no pude leer el libro de Vila-Matas. Mañana espero poder contarles algo. Según leí en Radar, Fresán jura que es maravilloso. Pero Fresán es amigo de Vila-Matas, así que no le creo nada. Veremos veremos. Aunque yo al catalán le tengo mucha confianza. Para salir de dudas, ya mismo me pongo a leer el primer cuento.
Hoy a la mañana, BA me parecía un poco menos hostil. En Coronel Díaz había un árbol verde claro iluminado por el sol del mediodía y una agradable brisa primaveral alegraba los corazones de estos pajueranos. Hasta la próxima.
octubre 18, 2007 a las 5:43 pm
Veo que este post no tiene comments y no me puedo resistir (aunque es problable que me ganen de mano), ¡es que nunca llegué primero a ningún lado!
Lo de la bastardilla pensé que era por un toque de diseño, pues ayer se veían todas las entradas de la página principal así, salvo la última. Lo que me llevó a pensar, ¡qué modernos los de LLP, ahora los posts van a ir cambiando de tipografía a medida que los vayan publicando.
Imaginación febril que le dicen, ahora que veo que ya hay más de uno sin bastardilla.
octubre 18, 2007 a las 5:46 pm
La prisa por comentar me pudo: escribí problable, en un extraño arranque oriental. Vanidad 1, gramática 0.
octubre 18, 2007 a las 6:22 pm
Esperaré la crónica del libro de Enrique (en algunos meses seremos íntimos así que ya me voy preparando) y la de la película de Fito Páez.
Qué especial la foto de Quintín.
Abrazo grande, Juan
octubre 18, 2007 a las 7:09 pm
Es muy buen relato y no poco aleccionador.
Pienso en cómo habría sido la historia si me pasaba a mi con mi mujer y el objeto perdido hubiera sido algo amado por ella; dudo que hubiera vuelto, aunque no habría ejercido violencia doméstica sino síquica, le habría jurado que le consigo otro, aún sabiendo que ello era imposible.
En una variante de la situación, tampoco sé que habría hecho si el objeto perdido hubiera sido mío; no estoy seguro de haber vuelto atrás o de haberme hecho a mi mismo la misma mentira que le habría hecho a mi mujer.
Saco como conclusión que es muy importante que dos personas se amen y amen los mismos objetos de modo de no poner a prueba su amor recíproco por un objeto; F y Q tienen suerte de amarse y de amar los mismos objetos; (amar suena medio cutre pero es el mejor término para referir a los objetos, porque querer un objeto no es lo mismo que amarlo).
octubre 18, 2007 a las 7:35 pm
Bueno, veo que lo de la bastardilla parece que paró su labor disoluta.
Ahora, más acorde con el tema del post: comprendo perfectamente a Quintín. Supongo que por más de un disco sería capaz de volver caminando esa distancia. Lo que no comprendo mucho es el fervor por el Doo Woop o Doo Wop (los dos términos parecen estar bien escritos). Aunque no conozco mucho de los grupos que encontré por ahí, sí conozco a The Platters, Avalons y algún otro. Supongo que si es de Rhino (editora de F. Zappa y Robert Wyatt, entre otros monstruos), la cajita feliz de Q. debe tener algo más interesante que canciones con, cito a la Wikipedia, «letras románticas e inocentes propias para adolescentes» .
¡Válgame dios, vade retro!. Gustos musicales de jóvenes despreocupados como el Q.
Flavia, felicitaciones por la paciencia zen (o algo así).
octubre 18, 2007 a las 7:36 pm
Viajé y sufrí con ustedes por el famoso librillo. Estuvo lindo el viaje, con el solcito, las vacas resaltados sobre el verde galés, la mediluna en la ruta (no hay nada, pero nada, mejor que eso).
Yo, como Janfi, no sé si hubiera vuelto. Flavia, sos lo más.
Libro de Vila-Matas: me lo traje de Barcelona, aunque sabía que estaba en Baires, pero Adris me había dado la dirección exacta de la librería donde él va siempre. Así que miré como el mira, recorrí las mismas estanterías, la pasé muy bien.
Apenas leí el prólogo, que es muy vila-matas, y que promete una buena lectura. Lo tengo en mi mesa de luz.
Q, ¿qué tal la película de Fito P.? Dicen que es buena…
octubre 18, 2007 a las 8:14 pm
Q, la última columna de OtrosCines es excelente.
octubre 18, 2007 a las 8:40 pm
Que lindo post, muy acogedor hasta que Q perdio el libro y comienza la intriga. Què sabia la mamà de F! El diablo sabe por diablo pero mas sabe por viejo, como decia mi papà.
Feliz dia de la madre para la mamà de F, que se lo ganò!!!
octubre 18, 2007 a las 8:40 pm
Espero ansiosa la critica de la pelic de Fito!!!
octubre 19, 2007 a las 8:20 am
YO TAMBIEN!!!
octubre 19, 2007 a las 5:47 pm
Qué ganas de conocer B.A. Hay una mística implicita en su nombre que me ha provocado siempre agrado; creo que se debe en gran medida al tango.
Muchos saludos desde Chile.
octubre 19, 2007 a las 9:56 pm
Claramente creo que F. es buena, es tranquila, es segura de sí misma y puede volver, buscar, su madre encontrar el libro, comerse una medialuna , ver el paisaje al reves y sacarle una foto a su marido como si hubiera estado de paseo. Chapeau, para hacer eso se necesita ser mucha mujer, tener espiritu conciliador, seguir manejando (conduciendo a Mr. Q.) y hacerle frente a la jungla, entrar a una libreria y rescatar un libro deseado!!! me mo ra ble mente femenino. Tendré que aprender la leccion.