Edad Media
por Tomás Abraham
Con esta palabra se inaugura un mundo definido como intermediario. ¿Entre qué y qué? Parece una obviedad decir que se interpone entre la antigüedad y la era moderna. Su extensión cronológica se acerca a los mil años, una enormidad temporal que abarca infinitos acontecimientos. No es fácil, mejor dicho, es perezoso y artificial encontrar una línea de fuerza que atraviese diez siglos y acomode con un único rasgo semejante período.
Que es una era oscura, sí lo es, especialmente al entrar en sus conventos y claustros o perdernos en los rincones de sus bibliotecas. Luminosa también, si rescatamos a los laúdes y a sus trovadores encantadores de damas palatinas.
Cada aficionado a la historia puede marcar un hito que le permita diagramar un orden expositivo para comenzar su relato. Por el momento elegiré dos: los libros y la cultura árabe.
El humanismo y la Reforma han descalificado al medioevo. Lo han condenado en nombre de lo universal, del cuerpo, de la conciencia y del individuo. La Ilustración colocó una lápida definitiva con el estigma de la superstición. Sólo con el advenimiento del Romanticismo de fines del siglo XVIII, la Edad Media es recordada con sus propias intensidades.
Las Cruzadas y la Inquisición, como así también las hogueras o las persecuciones de herejes y poseídos, han trasmitido los horrores de aquellos tiempos, y la palabra medieval se convirtió en sinónimo de fanatismo, prejuicio, irracionalidad, voluntad reaccionaria y atraso.
Es lamentable pero cierto, penoso para el género humano, que la historia esté marcada por crueldades en cada uno de sus momentos. Poblaciones diezmadas, campos de batalla cubiertos de cadáveres, mártires de todas las causas, verdugos encapuchados y predicadores del odio son la constante de cada uno de los presentes. La muerte no es sólo gótica.
El medioevo es el tiempo del libro. Jamás una época tildada de ignorante albergó una pasión bibliófila casi mítica. Los estantes de las bibliotecas era un recinto sacro. Sus secretos violados eran motivo de crímenes. Los bibliotecarios eran guardianes del cielo. Los miniaturistas perdían la vista por devoción a su arte. Los copistas sabían que su labor era única y fundamental. Los traductores soldaban mundos.
Leían pocos hombres, pero los que lo hacían pertenecían a un orden superior. Conformaban una casta silenciosa y oculta. El Diablo se escondía en la letra, como también la palabra de Dios. La guerra de los mundos estaba escrita y acechaba a los lectores.
Los años mil dibujan el pliegue medieval. El bosque se vuelve calle y pasaje, el castillo fortificado se convierte en Universidad, la caza silvestre y el nomadismo se aquietan para trazar taxonomías en enormes enciclopedias. Es el mundo de la Suma.
El Islam ha tenido el coraje de confrontar el verbo inmaculado de Alá con las incursiones de Aristóteles. El monje debía ser sabio. El Mundo adquiere la forma de una pregunta no respondida. Adorar a Dios y conocer a la naturaleza no son inconciliables. La creación no es maldita ni obra de un Demiurgo rebelde. Es una maravilla de fina orfebrería.
Bagdad y Toledo son las dos grandes ciudades del saber medieval antes de que París y Colonia recibieran sus tesoros griegos. Oriente, además, vierte la poesía romance, el canto de los juglares a la Dama Cruel, el amor cortés, en un mundo en el que las beguinas y las abadesas serán seguidoras de las palabras de los grandes innovadores de la filosofía mística.
Al Andaluz, Provenza, Jerusalén.
Foto: Cora Burgin (Serie Arquitectura)
septiembre 20, 2007 a las 12:11 pm
Tengo que empezar ya a rastraer estas cosas desde el primer numero…
septiembre 20, 2007 a las 12:12 pm
Me encanta la edad media!
Profe, que son las beguinas y las abadesas?
septiembre 20, 2007 a las 2:20 pm
Alita yo tampoco sabía que eran; busqué en el diccionario:
beguina. (Del fr. béguine, f. de begard, begardo). f. Beata que forma parte de ciertas comunidades religiosas existentes en Bélgica.
abadesa. (Del lat. s. VI abbatissa). f. Superiora en ciertas comunidades de religiosas.
septiembre 20, 2007 a las 2:31 pm
Gracias Jorge, nunca escuche hablar de ellas.
Imaginé que abadesa tenía que ver con alguien que estaba en la abadía. Sería interesante saber más sobre ellas, voy a tratar de averiguar.
septiembre 20, 2007 a las 7:42 pm
¿Recién por la Edad Media? Nah, yo espero que salga el libro.
septiembre 21, 2007 a las 4:56 pm
Ay!… Ya vamos por la edad media, es todo muy vertiginoso
septiembre 21, 2007 a las 10:53 pm
Bueno, yo no suelo comentar mucho en los comments de Tomás,pero los leo. Y este en particular, con esa asociación entre la edad media y los libros, todo ese rollo de pasillo de convento, ayuda bastante para que se me pase la angustia. Son imágenes bellas de una época a la que el reduccionismo se acostumbró a usar de chivo expiatorio, injustamente. Cuando se produce algún episodio con algún grupo muy energúmeno de católicos (me acuerdo de lo de la muestra de Ferrari en el recoleta por ejemplo) se los tilda de «medievales». Ojalá fueran medievales…Gracias Abraham…
septiembre 22, 2007 a las 1:02 pm
Dentro de la vasta bibliografía sobre la Edad Media, hay un libro particularmente recomendable de Johan Huizinga – «El Otoño de Edad Media»- tan hermoso y fascinante como la época que describe.
No sé si alguien lo leyó.
septiembre 22, 2007 a las 5:30 pm
Yo lo leí hace muchos años. Me lo afanaron, y como es de Alianza, hoy por hoy, imposible de recuperar. Es realmente muy bueno.
septiembre 25, 2007 a las 10:50 am
La referencia de Tomas a Toledo y Bagdad me estremece. Conoci Toledo hace unos años. Llegue ansioso por unas horas y me costo irme de alli como si nos conocieramos desde hace tiempo. Bagdad, em cambio, es puro misterio. Hasta su nombre es bello. Pero no puedo: entre mi ignorancia y su historia se interponen demasiados «predicadores. Y tanquetas de guerra ingresando por sus calles mientras las pandillas arrasan los centros de cultura y museos que vaya uno a saber cuando lo volveran a ser. Gracias Abraham por traspasar con su mirada los muros que no dejan ver lo mejor que hay mas alla.