El combate de la castidad
por Tomás Abraham
Nuestro guía Michel Foucault nos hace una seña para que lo sigamos por un sendero. Hace veinticinco años publicó un trabajo con el mismo título que este capítulo. Está extraído de su libro inédito Les Aveux de la chair (Las confesiones de la carne), otro tomo de su historia de la sexualidad. El texto en cuestión está dedicado a las obras de Juan Casiano. Forma parte de su preocupación por la ética sexual cristiana que, a su vez, es otro pliegue filosófico de sus estudios sobre lo que denomina las tecnologías del yo.
Para él Casiano no es un filósofo más de la lista de aquellos que se preocuparon por la vida perfecta y se dedicaron a afinar los conceptos del nuevo ascetismo. Su singularidad consiste en que acentuó la vigilancia de la disciplina monástica sobre lo que puede emitir el pensamiento. No son los actos ni las intenciones el asunto que le preocupa, ni lo es la preceptiva a enunciar respecto de la vida a llevar para mantenerse puro, sino la extrema vigilia que hay que tener frente a las trampas del pensar.
Debemos tener una lupa enfocada en cada trozo mental, tanto diurno como nocturno, que agita nuestro espíritu. Son las trampas de la mente las que nos conducen al pecado. De estas, la más peligrosa es la fornicatio, o espíritu de fornicación en todas sus formas.
La fornicación remite al acto en sentido estricto, pero en sentido amplio, incluye a la “inmunditia” o impureza, que se produce sin contacto con la mujer, y la “libido”, que se desarrolla en los recovecos del alma sin que se manifieste necesariamente la pasión corporal.
La trilogía tradicional de los pecados de la carne menciona al adulterio, a la fornicación (relaciones sexuales extramatrimoniales) y la corrupción de los menores.
La progresión del combate por la castidad se libra contra cada uno de estos enemigos. Requiere tener en vista el polo involuntario de su expresión encarnado en los movimientos incontrolables o físicos, y el polo voluntario del discernimiento y aquiescencia.
Se trata de una labor permanente sobre los movimientos del pensamiento que a su vez inducen los efectos corporales. Foucault sintetiza los pasos que debe seguir el combate casto de los atletas del espíritu. La lucha debe deshacer por un lado las implicaciones de los movimientos corporales. Es el combate físico. Detener las implicancias imaginarias que a veces hacen que lo que pensamos no sea expulsado de inmediato y se demore en la mente. Se define como batalla contra la imaginación. Luego hay que anestesiar la sensibilidad que nos conmueve con los movimientos del cuerpo. A la lucha contra la sensibilidad, le sigue la disolución de las representaciones que nos hacen pensar en los objetos en tanto fuentes del deseo. Finalmente, la lucha más sutil es la que se lleva contra los efectos oníricos, ya que puede haber deseo de imágenes presentes en el sueño.
El combate es entonces físico, imaginario, sensible, representacional y onírico.
La contienda en su significación global tiene por enemigo a la concupiscencia, y la posibilidad de la victoria radica en que en cada uno de los procesos está en juego una voluntad maligna que puede ser revertida.
Casiano ha puesto en funcionamiento una compleja técnica de análisis y diagnóstico de los pensamientos, de los recuerdos, las percepciones, las imágenes, que emergen espontánea y automáticamente, para luego comunicarse a los cuerpos.
Para Foucault no hay ruptura entre la preocupación de los antiguos acerca de la moral sexual y la que se desprende de la fe cristiana. Existe una continuidad entre el ascetismo de raíces estoico-cínicas y las que nacen en el seno del monaquismo. La diferencia la verá en más detalle en el modo en que cada concepción tiene de interpretarlas y operar sobre ellas. Lo mencionaremos en sus estudios sobre la tecnología de la confesión.
Foto: Cora Burgin (Serie Arquitectura)
septiembre 3, 2007 a las 10:47 am
Siempre pienso este ejemplo : quedan 20 personas en el mundo, diez varones y diez mujeres; se juntan y tienen que organizarse : hay tres sistemas : sexo libre, sexo restringido absoluto (a las parejas que se formen), sexo restringido relativo (valen cambios); asumo que es heterosexual por una cuestión de propagación; dado que ha quedado poca gente se hace necesario recomenzar la multiplicación.
Creo que por un principio de organización, se votaría por el sexo restringido absoluto, para evitar conflictos (hay tan poca gente que hay que privilegiar la paz).
Sobre esta decisión ORGANIZATIVA se monta un mito, luego una cultura, una filosofía. y, finalmente, un dogma religioso.
septiembre 3, 2007 a las 11:10 am
seguro que comenzó así.
septiembre 3, 2007 a las 12:18 pm
Tomás como lo primero es lo primero, mis felicitaciones por el triunfo de Binner en Santa Fe. Luego leeré el post.
septiembre 3, 2007 a las 3:10 pm
Personalmente, respecto de la fornicación, el amor, el sexo, la promiscuidad y todo eso, me sirve adherir a la filosofía de Schopenhauer en su ensayo sobre el Amor, es más creo que ahí inclusive hay un germen de todo lo que después diría Freud….y me quedé ahí en ese tema, en el siglo XIX, porque me sentí cómodo con pensar así. Pero dado que esta «Breve Historia de la Filosofía» siempre me ha abierto las puertas a intresantes autores que nunca hubiese leído voy a cometer la indiscreción de revisar mis arcaicas estructuras mentales al respecto leyendo algo que mi padre tiene de Casiano.
Como siempre, gracias y me adhiero a las felicitaciones por la victoria de Binner-Winer
septiembre 3, 2007 a las 11:42 pm
yo hago los mismos ejercicios cuando necesito que alguien me deje de gustar
septiembre 4, 2007 a las 7:11 pm
rizla jaja
que clase de fantasia de ciencia ficcion te hizo pensar eso, Janfi?