Desde el faro de Badalona

por Tomás Abraham

Pequeño pueblo desde el que acompaño a la parte de mi familia que ha decidido vivir aquí. Gracias a uno o dos diarios y algunos noticieros o programas especiales que son parte del magro televisor que me toca en suerte, disfruto de las miradas de este lado del mundo. Los musulmanes son el tema. Los llaman inmigración. Poco a poco una vez que los europeos del Este son aceptados como rama pobre de la familia, pero parientes continentales al fin, el problema se centra en los africanos. La dificultad tiene varios nombres. Uno de los preferidos se llama “ integración ”. La imagen pública que se percibe en algunos medios al menos, es el de estar preocupados por el hecho de que los extranjeros no se quieran integrar. Más aún si vienen con cultura diferenciada como los musulmanes fieles a valores religiosos que intervienen e interfieren en la vida social. Nuevamente, la cobertura facial de las mujeres, entre otros simbolismos, aparece como emblema preferencial.

 

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El temor es también demográfico. Dicen que la avanzada musulmana tiene una estrategia que afirma que serán los vientres de las musulmanas las que conquistarán Europa. Por cada pequeñín alemán que consigue nacer, turcos, árabes y africanos, agruparán cinco. Por otro lado, las economías de este próspero mundo los necesita, y hay más de un factor económico que calcula sus costos sobre una mano de obra importada.

En España los llaman los moros. Los estudios que llevo a cabo en este momento para mi Breve Historia de la Filosofía corresponden al período conocido como Edad Media, en los que los mentados moros revolucionaron las costumbres, el saber y el horizonte cultural en su conjunto, levantando a Europa de su inercia postimperial y feudal. Las lecturas históricas y las actualidades, entonces, me hacen ver moros por todas las costas.

El otro día, aún en Buenos Aires, vi una película sobre unos jóvenes marroquíes que llegaban a Barcelona y sufrían la discriminación de los catalanes. Era una mala película y además con olor a demagogia. Había catalanes buenos y malos, y marroquíes buenos y malos. Juntando a los buenos marroquíes con los buenos españoles, se vencía a los malos y un muchacho marroquí podía llegar a noviar con una catalana de familia progre. Mientras tanto la realidad.

Dicen que los africanos se lanzan a las balsas y lo que se trasmite es la imagen de grupos de negros desesperados por trabajar porque en sus países hay miseria. Pero aquella mala película me hizo pensar en una serie de mediaciones que se ignoran, o en las que, al menos, me convendría pensar.

La palabra miseria, como aquella de corrupción, todo lo abarca. Pero en sus lugares de origen, los mauritanos, u otros africanos, eran seres integrados en comunidades, familias y tribus. Tienen o tenían un lugar de pertenencia y de contención. Las crisis económicas, la caída libre de las estructuras sociales y la cronicidad de la desocupación, hace que la gente pierda su trabajo, y en las familias el jefe de hogar no aporte más dinero a la casa. Luego viene la mínima ayuda de un familiar, hasta que se acaba, y la angustia del adolescente que siente que es una boca más para llenar, además de la de sus hermanitos, y que no puede aliviar el dolor familiar porque nadie le ofrece un trabajo. Nace el sueño con esperanza y temor de la emigración. El sufrimiento de la madre que no quiere ver partir al mayor y la humillación del padre que debe ver a su hijo salir a jugarse la vida por no haber podido encontrar salida y por su irremediable derrota ante el destino que le depararon. Un padre culpable, un hijo salvador, la madre que llora, no es un culebrón, también ha sido la historia de mi familia paterna.

Esta historia tampoco es una película, sino la presunta historia de una inmigración. Para lanzarse a un bote a vida o muerte, hay que estar acorralado sin respaldo y sin metros para retroceder. Amigos en el puerto de arribo, algún familiar instalado hace poco, son las luces orientadoras del inmigrante que a veces no parece más que un refugiado.

Esta debe ser la epopeya de muchos “moros”. La derecha progre, franja política que mayores beneficios recoge por el momento, habla de invertir en África para que la gente se quede ahí. Es un llamado a los empresarios que difícilmente se concrete en grandes obras de infraestructura. Lo más probable es que la respuesta se materialice en redes de asistencia social de las cientos de ONG’s que ponen las enfermeras y los sociólogos en donde falta la salud y el trabajo.

Ayer en un programa francés dedicado a la ciudad de Zurich, hablaban del problema de los “minaretes”, la verdad no sé si hablaban de un cementerio, o de una mezquita, o de alguna otra arquitectura que despertaba los recelos de una fracción de lugareños, mientras el alcalde la ciudad, socialista, explicaba con sensatez que no había de qué alarmarse. Pero abundaban los temores de otros representantes políticos ante una población que en Suiza llega hoy en día a 350.000 musulmanes, que con natalidad floreciente y en una prospectiva a largo plazo desplazaría la fondue por el cous cous y el kebab.

Pensar que en nuestro país en los primeros años del siglo veinte, la política inmigratoria llegó a niveles que hicieron casi equiparar la población nativa porteña con igual cantidad de inmigrantes. La escuela pública, aquel invento de los liberales, la apertura al mundo, otro invento de los oligarcas conservadores, transformaron al país de las guerras civiles, en el albergue del mundo. El resultado, un país que se hace evocar en la memoria de los argentinos como un paraíso perdido. Pero este es un tema de otro post.


Foto:
Cora Burgin (Serie Arquitectura)

9 respuestas to “Desde el faro de Badalona”

  1. estrella Says:

    Parece ser que la inmigración es uno de los grandes problemas de estos tiempos; sólo la historia dirá cómo se resuelve, si es que se resuelve. Mientras tanto, miramos el sufrimiento de los expulsados y ensayamos soluciones que nada solucionan.

  2. carlosgatabria Says:

    En principio parece muy claro que el «problema» de la inmigración es uno para paises como Alemania, Inglaterra, Francia y muy otro para paises como el nuestro.
    Con relación al último párrafo del post, la de principios de siglo XX fue una época a la que denominar paraiso es evidentemente una idealización -había mucha gente que la pasaba muy mal y eran tiempos muy convulsionados- pero parecía haber, en ciertos sectores de la clase dirigente que incluía a sectores conservadores, el germen de un proyecto de nación.
    Comparado con estos tiempos esa circunstancia podría hacer evocarla como paradisíaca.

  3. carlosgatabria Says:

    Quedamos (supongo que todos) a la espera del post sobre este tema

  4. janfiloso Says:

    corrector : dice BALADONA en lugar de BADALONA; es algún juego que no vi o alguna ciudad se llama así ?

  5. lalectoraprovisoria Says:

    Gracias, M le correcteur!

    Ya mismo corrijo el TITULO! Tengo los ojos dibujados. Es que estoy encandilada por el sol que brilla en el mar.

    Flavia

  6. janfiloso Says:

    sabés que en «me cogí un constipado» el segundo badalona también está mal (se ve que tengo un día severo hoy).

  7. lalectoraprovisoria Says:

    Gracias, Janfi!
    Te voy a tener que poner en el staff de correctores.
    Hay que comprarle anteojos a Gabriela! Urgente!
    Y a mí también.

    Ya mismo lo corrijo, jefe!

    Besos,

    F

  8. sara Says:

    cada vez admiro mas a Tomas y estos temas me apasionan.

  9. Guachi Says:

    Animo a todos los moros instalados en España a que emigren a la Argentina, donde sus psicoanalistas y otros demagogos les acogerán con los brazos abiertos y donde serán felices y comerán perdices.

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