Partuza astrológica

por Juan González del Solar

 

Respeto mucho la Astrología; pero es curioso que mi respeto por la ciencia haya derivado de mi desprecio por sus cultores.
Thomas De Quincey, Sortilegio y Astrología

Me (y les) debía una nota sobre astrología –sufro con las deudas–. La empecé, como buen geminiano, unas cinco veces y, como buen geminiano también, tengo unas cinco versiones distintas escritas casi por personas diferentes con opiniones encontradas. El problema tal vez se halle en que mi represor Saturno en la Casa 1 coronada por Leo se pone jorobado para empezar cosas con relajación y seguridad en mí mismo, lo que no ayuda a mi hipersensible Luna, que comparte el cuarto con los anteriores. En definitiva, gana el hijo de Cronos, me pongo serio y, apoyado en mi potente Marte en Aries batallador, puedo entregar algún texto.

 

 

El tándem Luna-Venus-Ascendente se come la media cancha y lleva el juego hacia donde más le gusta: las Mujeres. No tengo bien claro cómo encarar un texto acerca de Astrología gracias a que mis gemelos solo me han dado, para variar, un conocimiento veloz pero breve y superficial de la materia; tendré que contentarme con este Mercurio –cuyas cuadraturas son las eternas responsables de mis malos entendidos– para palear con letras las carencias científicas. Aun así, me encaramo a mi esperanzador Júpiter casi conjunción Sol en Casa 10 –el habilidoso de mi carta– y me digo que tendré éxito, que solo tengo que seguir adelante, mientras ya me empecé a distraer nuevamente y me fui de tema tirando caños en el área propia. La pucha (las malas palabras me las tiene prohibidas el primer fraticida de la mitología); a trabajar, sí: contarles acerca de la Astrología a partir de una historia con las mujeres.

Cómo empezar entonces si no es montado sobre las bebas más lindas e histéricas del zodíaco: las arianas. La situación es preciosa pero, como dijo el bardo argentino, uno se cansa de correr, llena sus valijas de amor y se va, aburrido del gataflorismo más barato y menos productivo que uno pueda imaginar: si me dices que no –aquí podría ir algo del guatemalteco, pero me hace mal así que lo evito–, te digo que bueno, que puede ser, hasta que te sientas confiado, me tires la boca y zas, cómo se te ocurrió, degenerado, a una chiquita como yo; pero si yo pensé que…; no, basta, andate, tengo que ir a llorar por idioteces de beba malcriada. Y ahí se fue la indestructible mujer de Aries dejándonos con la sensación de que pudo estar tan a mano…, de que solo bastó un poquito de inteligencia para tener ese efusivo e ígneo cuerpo sobre nosotros.

Suficiente, me digo, a madurar: me pongo serio, caigo a la tierra y llamo a la sensual taurina. Sus enormes atributos ético-morales me abruman, me deslumbran, es una mujer exacta, buena, atenta, cálida, medida. Es también una cabrona, pero eso tratamos de que no aflore demasiado y se lo respetamos gracias a su venerable honestidad y a su enorme tolerancia. Ella es austera y tiene más empuje que Héctor el sostenedor de ciudades; ella es tan buena que necesita alguien diferente y nota rápidamente que no tenemos nada que hacer juntos mientras se casa con un médico precioso y sigo yo mi derrotero hacia otra loquilla preciosa: la geminiana.

Vamos a hacer un trato: yo puedo y vos no. No, no podés mirar a otros y estar feliz conmigo pensando que tal vez del otro lado del puente aparezca una opción más interesante; no me cambies de tema, no te vayas por las ramas. Basta: callate un minuto, por favor, descansá la lengua. De acuerdo, muy divertida al principio pero esto no se sostiene, basta, ¿cómo es esto de que no puede profundizar ni comprometerse? Me cansé de su inconstancia, uno no sabe nunca con quién se va a encontrar y mucho menos cómo tratarlas. Pueden ser muy inteligentes, claro, y divertidas, no digo que no, y mágicas, también, y divinas, sin duda, pero prefiero evitar las úlceras amorosas y pisar más firme. ¿Y si quedamos como amigos/amantes? Sí, ya sé. Mejor siento cabeza y me voy a buscar una madre de Cáncer.

Ahora sí, de acá no me voy más: la multiplicidad de personalidades la redujimos a dos y vengo entrenado. Con ustedes, la madre de todos, ideal, lo suficientemente complicada y lo suficientemente concreta. Llora un poco, sí, pero los ojitos colorados le quedan bárbaro con el verde y me deja que la abrace y me sienta un hombrón. Acá me quedo. Ella me ayuda a ahorrar, cuida de todos nosotros y nos ilumina con sus amorosos sueños… ahhh, cuando tengamos hijitos, qué lindo, qué amoroso, qué bárbaro, qué, cómo, no, perdón, pero yo todavía soy un niño inmaduro y no quiero dejar de serlo. Basta, me voy. No, no quiero que me entiendas y “me banques”. Y no llores más por favor, que me siento culpable. Pero si yo no te había prometido nada. ¿Cómo? Está loca, sépanlon. Y encima ya se consiguió otro. No importa: siempre hay una leonina esperando del otro lado del arco iris.

Qué mujer, camino con ella y me siento Arnold Schwarzenegger, todos la miran y ella solo me mira a mí. Esto es idílico y ella me jura que así durará por siempre. Con vos de la mano hasta escucho a Ricky Martin. Bueno, en fin, mi amor, ya está bien, suficiente, basta de llamar la atención. Mi amor, pongamos límites. No, no me gusta que me cuentes todo lo que te regalaban tus anteriores novios. No, mi amor, no puedo. Sí, ya te dije que sos lo más lindo que hay en el mundo. Bueno, es verdad que hoy fueron solo siete veces, pasa que el resto del tiempo tenía que ocuparme un poquito de mí. No, que no hay nada más importante que vos. Sí, gracias, tu sabiduría es incomparable. No, que yo no, que no me interesa compararme con vos. Ganaste, sí, tenés razón, nunca te podré olvidar, tu rubia cabellera sobre mis hombros será siempre el último recuerdo antes de caer en el sueño. Estamos de acuerdo, sos increíble, pasa que no me gusta la competencia, eras demasiado, sí, y ahora me busco a una virginiana, como para conocer lo mejor de la tierra.

Esta vez sí, de verdad, paren el mundo y ríndanse a sus pies. Mi mujer Virgo acaba de pasar la mañana limpiando la casa luego de despertarme este sábado con el desayuno en la cama. Como sabe que no sé qué voy a querer, me trae todo: facturas, queso crema, tostadas, dulces, jugo recién exprimido, frutas (plato de), todo. Ella es perfecta. Le comento sobre un libro y ella lo ha leído, la llevo con mis amigos y les cae bárbaro, mi familia la adora, el encargado me dice bien, con esta te casás, Julia me dice Señor –imposible erradicarle este uso–, no va a encontrar otra como esta señorita y yo le digo sí, tiene razón, mientras la miro girar por la casa, cambiar el disco que se acaba y esperar a que me siente al piano para cantar conmigo. Ella es perfecta, es extraordinaria, es demasiado. No alcanza con que tenga ese humor de a ratos que dan ganas de hervirla en aceite, sigue siendo demasiado increíble, se viste demasiado bien y se ocupa demasiado de este impresentable. De afuera creen que poseo extensos atributos ocultos, que algo raro pasa para que esto pase. Pero mi mujer Virgo mira todo con ojos embelezados, todo está bien, siempre está todo bien para una mujer Virgo, ella sigue y recibe en casa con la misma sonrisa aunque el mundo se derrumbe, aunque yo le diga que no, que así no puede ser, que la realidad, que hay que complicarse, que. De tan tanto que le digo basta, esto no puede seguir, buscate algo mejor, mientras sigo por el camino amarillo con la bufanda que me puso por el frío y recalo en la estación siguiente: Libra.

Aparece la princesa libreana y el mundo dice bueno, que tan mal no has recaído, qué enorme gusto encontrarla señorita. No hay fallas. Llega a casa y se viste de guerra: guaug, qué pasó con la Blanche DuBois que recién apareció en el bosque de la fiesta, con esa Venus extraterráquea que bajaba de blanco las escalinatas frente a la mirada de los ávidos hombres; cómo es que llegamos a casa (después de varias salidas, claro) y me dice qué bueno, juguemos al Póker. La miro y me muero: habemus equilibrium. Mas non (lo) habemus sempiternum según parece; y eso parece destruirla porque de pronto yo dije algo inconveniente y su deslumbrante inteligencia se siente desilusionada. Trata de acomodar las partes, de reorganizar su armónico mundo, pero nada parece funcionar: la realidad existe, y encima tiene la desfachatez de imponerse –parece que siempre–. Esto no puede seguir, cómo, sí, basta, no, pero si yo, en fin, y vos, y el otro día, y justo ayer, y, basta, no, esto no puede seguir, tendré que pensarlo de otro modo –le encanta “pensar”, lo necesita mucho–, tal vez la próxima: creeme que lo analicé lo suficiente, que sopesé cada posibilidad, cada una –le creo–. Y adiós; todos sabemos que no correremos más por esta Arcadia que nunca llega. Habrá que embarrarse y bucear en las profundidades de Escorpio.

Y ajústese el cinturón. Yeah: emociones, por Tutatis. En su mundo oculto las sorpresas no cesan nunca. Esa feminísima mujer resuelve con la precisión de un cirujano en el campo de batalla –la cual conoce por su paso como corresponsal de guerra– y sin que notes en qué momento cambió el vestido de raso por el de cuero con tachas te da vuelta en la cama hasta que te deja flaco como el látigo que lleva en la mano. No le abras la puerta del auto ni le prendas el cigarrillo: ella puede, y mejor que vos, así que ni intentes hacerla pasar por una pobre caperucita que no es, no, si yo no pretendía, simplemente quería, basta, no lo necesito, silencio que de Laura no tengo nada y mi colección es de soldaditos de plomo. Y así, en paz, seguimos en este idílico estado de guerra permanente y sorpresas sempiternas. Ella es deslumbrante. Ella es lindísima. Ella necesita que jamás le demuestres que necesita algo de vos. Cualquier cosa que le digas puede ser interpretada como una ofensa solapada y ella siempre estará atenta a ver qué es lo que estás ocultando, por dónde va tu doble sentido, porque siempre, para ella, estás ocultando algo. No lo hagas y jamás le metas los cuernos: saldrás en los diarios. Si quiere llamarte, te va a llamar: no está para dar vueltas como esas mujercitas tontas –que son, básicamente, para ella, todas las demás mujeres, débiles mujeres–; ella dice lo que tiene que decir –créanme, no se lo guarda–. Y aun con los ojos morados por sus trompazos, no la lastimes, porque ella también sufre –un conocimiento que usted no podrá demostrar nunca si quiere mantenerse de una pieza–. Escorpio es demasiado como para perpetuarse: el sexo es magnífico, las salidas son divertidas y originales, los problemas nulos –como ninguna, piensa como un hombre–, la inteligencia sobresaliente, basta. Necesito un respiro. No puedo estar todo el tiempo atento a todo, no, no vivo una doble vida, solo estuve con amigos, el pelo es del gato de, no, el gato no es una metáfora de mujer de vida ligera. Y así: no me da el cuero para estos trotes, resulté imperfecto y eso parece que la violentaba un poco. No, no, si no te vi llorar, te lo juro. Escorpio es ideal para una vibrante aventura amorosa: a menos que pretenda vida completa en esa tesitura, no se confunda.

Y acto seguido corrí a la novena etapa para cobijarme en una sagitariana. ¿Cobijarme? File not found. Si la anterior era sincericidad, esta tiene una cerbatana entre los dientes; y no, no cambia tanto que su tono sea amoroso. Decidido a descansar un poco, mi querida sagitariana apareció con raquetas en el bolso y la cancha reservada para las cinco; eran las cuatro. ¿Cómo? Sí, siempre viene bien algo de ejercicio. Pero yo quiero descansar. No, arriba, que las canchas quedan en Córdoba –cuanto más lejos, para Sagitario tanto mejor– y después arreglé con unas amigas un asado y de ahí nos vamos a la trasnoche del cine, para matar el tiempo antes de ir a tomar algo a lo de y de ahí al congreso de Filosofía en. No, por favor, suficiente. Pero esperá, porque se me ocurrieron unas “actividades” que podemos. Basta. Ella es “re filosófica”, “re profunda” y “súper optimista”: es “divina”, aun con su torpeza e idealismo –rayano en lo infantil en algunos casos–. Pasa que no es para mí. Me abruma –pero en el modo peyorativo–. Sagitario es considerado por muchos –por ellos, principalmente– como el mejor signo, pero con Géminis, su opuesto, tiende a haber algo personal: se agotan mutuamente. Abrazo fraterno y hasta la próxima, Capricornio, la cosa se puso seria.

Pase por acá. La gente opina de ella que es. Y acá más vale que venga un calificativo excelso o ella colapsará en este minuto: la opinión de los demás es casi tan importante como ser responsable, como trabajar, como hacer las cosas como hay que hacerlas. Ella es sensible, sensibilísima, y hasta tiene mucho sentido del humor; pasa que no puede con ella misma, que se exige demasiado, y que eso lo hace extensivo al resto. No agreda su autoestima, no la lastime: no quiere verla enojada y mucho menos devastada. Esta impecable preciosura tenía una pregunta ajustada a su solapa: para qué. ¿Perdón? Sí, para qué. Bueno, porque en fin, se me ocurrió que. Y no pensaste que. Bueno, sí, puede ser que tengas razón, que en realidad. ¿Realidad?: vos no sabés qué es la realidad, yo sí, y es por ejemplo que tenés que levantarte y ponerte a trabajar. No, trabajar es trabajar, por plata, por algo. No, eso de escribir para que te lea tu pantalla no tiene mucho sentido: hacé algo útil de tu vida. Momentito, señorita, que usted no tiene derecho a. Yo tengo derecho y cataplum, la guerra sea dicha. Ella es divina, pero no tiene ningún interés en estar al lado de un señorito bohemio que su familia mire con desagrado, que su padre mire con desagrado, que no sea como su padre –o como a ella le hubiera gustado que fuera su padre, que es casi lo mismo–. De patitas a la calle y a disfrutar de lo que viene: Acuario.

¿Que qué?, ¿disfrutar? Si mañana descubren un nuevo planeta, un nuevo sistema solar que influya sobre un signo zodiacal, ese signo será sin duda Acuario –algo que no le desagradará en lo más mínimo puesto que la pondrá en un papel de “única”–. Acuario es un misterio, es incomprensible, es ingobernable, es lo más lindo que puede pasarte –por el rato en que ella tenga ganas– y la más horrible y oscura pesadilla –por el rato en que ella tenga ganas–. ¿Cómo es posible que estuviéramos toda una semana juntos y de pronto no tiene ganas de hablarme por un mes y así, tan de pronto, aparece como si nada hubiera pasado? Que desconozcas sus tiempos, formas y necesidades de libertad es tu problema, no el de ella. Ella, que es deslumbrante, divertida, brillante, lúcida, mágica, sensual, creativa, soñadora, rápida, todo, todo, mientras sea como ella quiere que sea, mientras responda a las formas que ella tiene de ver las cosas, que es como las cosas, en definitiva, son –algo que, de ser necesario, te explicará hasta que coincidas–. El mundo sería perfecto si simplemente lo dejaran al cuidado de la gente de Acuario: andaría derecho, sería moralmente correcto, éticamente intachable y colorido. Muy colorido. Acuario está lleno de color y es muy común salir con una mujer acuariana vestida con medias fucsias o con una remera violeta. Ella es el ser más ocurrente con que puedas encontrarte, es la luz, pero esa luz piensa en ella y no puede con su alma: ella piensa en ella por más que su lúcida inteligencia le diga que sería bueno no actuar de esa manera –de todos modos, llegado el caso, no tendrá problema en modificar dentro de sí la realidad, supeditada siempre a su deseo; no intentes contradecirla–. Acuario tiene los ojos muy abiertos, alargados y redondos en el centro, como un pez: desilusionarlos es la regla y la muerte. ¿Has conocido a una acuariana? Adelante, no te pierdas la oportunidad por nada del mundo: simplemente estate atento a buscarle una almohada cuando tenga sueño –que nunca debes interrumpir– y consíguete un turno, al menos semanal, con el psiquiatra: recordarás con amor desesperado ambos consejos.

Las emociones demasiadas y a la rueda solo le restaba una etapa, una enorme mujer pisciana. Piscis, regido por Neptuno, señor de los mares, mujer desbordante, de todo, que parece reunir un poco algo de cada signo. Mi mujer de Piscis resultó ser la llorona menos pasiva que uno puede encontrar. Ella sueña y siente, pero no se queda sentada esperando que llegue nada: ella sale y lo busca, lo pelea, lo conquista y se lo trae de vuelta. Tal vez caiga en excesos, es verdad, ¿pero quién no? Sí, es cierto que puede ser un poco obsesiva y que duerma inquieta con un paquete de caramelos al costado de la cama (consejo de una amiga de Cáncer, claro), pero todos tenemos nuestras cosas. Ella te va a venerar y, sin necesidad de demostrártelo –a no ser que demuestres que no lo estás notando–, será la columna de sostén que haga frente a cada momento. Si te gusta la pintura, aprenderá de pintura para acompañarte en la charla, tal como aprendió de motores gracias al anterior, información que borrará de su cerebro por innecesaria a tu lado –salvo, claro, que la ofendas, lo que puede redundar en que de casualidad encuentres una foto de ella abrazada a un auto que no es el tuyo–. La mujer de Piscis es la más preparada para apaciguar a un capricorniano lanzado a los vituperios: y ese es un atributo reservado a unos pocos. Ella era increíble, pero andaba necesitando otra cosa, y de pronto se me cruzó una ariana, algo que le gustó poco.

Y así podría seguir la rueda.

El texto se hizo largo pero los lectores saltean los signos que no le interesan y tampoco se puede soslayar alguno, seamos justos: todos queremos que esté el signo propio o el de la pareja o el de. Por mi parte, una oportunidad ineludible para poner mi ascendente y luna en Leo en los ojos de todos.

La Astrología, que nada tiene que ver con estas reducciones, decodifica influencias existentes; y con eso qué. Si no hubiera sabido que tal signo –una pequeña partecita de cada carta– tal cosa, la historia no hubiera variado demasiado.

Desconozco si fue Saturno encarnado en un maestro o simplemente una persona lúcida que apareció para enseñarme esto, pero finalmente me hago el opa conmigo y me doy cuenta de, acepto, que es imposible decir todo, todo el tiempo. De la Astrología, complejísima mancia –no ciencia–, se podría decir una eternidad de cosas; pero no es este el caso.

Creo que solo se me ocurre una: ¿que para qué sirve? Como metáfora, no hay duda.

Foto: Leonardo Poniz