Encuentros con hombres notables (1)

Hoy: Carlos Castaneda

por Pablo E. Chacón

Figúrese que usted camina por una tranquila calle provinciana, es una calurosa mañana de agosto, es una bochornosa mañana boreal. La calle está dividida en dos por una raya que separa la sombra del sol.

Sigue usted andando por la vereda inundada de luz y su sombra camina junto a usted. Está la ciudad y el desierto. El viento se junta y escupe polvo, arenilla, directo a los ojos; se tapa los ojos, y de reojo, con el ojo destapado mira como su sombra se tapa los ojos, y de reojo mira con el ojo destapado, ve la sombra partida por el ángulo que forman las paredes blancas.

La sombra desaparece. El sol en lo alto. La hora sin sombra. El domingo de la vida.

No cambia de lugar. No pasa detrás suyo porque haya cambiado de dirección. Digo que la sombra desaparece.

Está usted en el desierto. Estamos a mediados de 1982. Está regresando a los Estados Unidos desde la capital azteca. Primero a Tijuana, y de Tijuana a San Diego, y de San Diego a Boston. No hay muros, no hay narcos, no hay maquilas, no hay leyendas de asesinos de mujeres, no hay leyendas de asesinatos filmados en ocho milímetros. En rigor, no hay nada, nadie más que usted sin sombra, esperando un cole para cruzar en sentido contrario la zona más árida de todas las que componen el desierto de Sonora. El cactus, un cactus, otro cactus: quietos, casi sin agua, sin sombra. Los cactus no tienen sombra.

Esa mañana, usted está volviendo del distrito federal mexicano. El viaje duró menos días de los pensados. En Oaxaca, de ida, peyote, cinco, seis botones. El cielo y el infierno saltan como sapos en día de fiesta y sin lluvia, sin fondo, una cortina de agua contra el vacío espectral.

El DF es un infierno, millones de personas y ganas de salir corriendo. Bendita seas, agarafobia!! No me interesa la casa de Trotsky ni los murales de Diego Rivera, ni los de Siqueiros, ni esa comida asquerosa, picante, que hace cagar fuego: usted caga fuego, literalmente, es una metralleta a repetición: un productor de sogazos.

Entre las sábanas, usted la saca y en la punta del bicho, un hollejo, poroto negro, frijol, quién sabe.

¿Y qué quieres, manito, con lo que pagas, que coma caviar?

Pero lo peor son los argentinos, los exiliados, los peronistas de Cámpora, los socialistas de Cámpora, Cámpora y Abal Medina, socialistas reconvertidos al nacionalismo, gracias a las Malvinas, socialistas reconvertidos a la socialdemocracia nacionalista, todos con su marta harnecker, su althusser pasado por agua y lavativa.

En la víspera de la vuelta, el ojo, duro, se queda como una estaca, clavado en el aviso: una conferencia de Carlos Castaneda, acaba de salir El don del águila.

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Castaneda es inaccesible. A lo largo de sus piezas embrolla las pistas. Dice ser brasileño, peruano. Hay cantidad de periodistas y la TV norteamericana, europea, japonesa, intenta entrevistarlo, todo en vano. Hago un par de preguntas por teléfono. En la editorial Diana, la encargada de prensa dice que Castaneda está todavía en México, pero que no puede asegurar una entrevista. ¿De qué medio? ¿Cromosoma 47? ¿Perdón? ¿Cromosoma 47? ¿Por qué tendría éxito?

Debía forzar las cosas (seguramente esa actitud le gustó a Castaneda: la bautizó hacer “la del pirata”). En el cuarto de pensión, no iba a conseguir nada. Fui a ver a la encargada de prensa. Entre entusiasmada y resignada, me dio un libro. Había leído los cuatro anteriores y las especulaciones de Theodore Roszak. Había estado acá, y acá. Sí, claro que conocía brujos: los brujos de Salvador, de Bahía. Prometió que haría todo lo posible por ponerse en contacto con Castaneda y me pidió el número de teléfono de mi hotel. No estaba nada seguro de su llamado.

Esa tarde estoy en el cuarto de hotel. Se desencadena una tempestad con inundaciones y embotellamientos. A las 18 horas, un llamado: Fausto Rosales, de Diana, para decirme que Castaneda aceptó la entrevista. A las 20 horas, en el lobby del Sheraton. El Sheraton está en el paseo de la Reforma, a cuatro cuadras de estoy ahora. ¿Cómo lo reconozco? Es petiso, tiene puesto un saco blanco, corbata, pantalón azul. Está con una amiga rubia, una norteamericana.
Estaba buenísima la norteamericana. Era Daryl Hannah.

Llego cinco minutos antes. Estoy tranquilo. Espero. No doy con la cara. En 1972, la tapa de la revista Time lo había presentado con un dibujo medio borroneado. Era un héroe de la contracultura, de “la contracultura con rostro humano”. Como si Bucay, frente a Paulo Coelho, digamos, hoy fuera “la autoayuda con rostro humano” El dibujo se publicó en diversos diarios y revistas del viejo y del nuevo mundo. Trataba de reconocerlo en las personas que esperaban en el lobby del hotel. Estuve parado un tiempo, hasta que decidí sentarme. De pronto, ahí nomás, a pasos, se levantó un hombre pequeño, moreno, acompañado de una mujer joven, con pelo largo, rubio, lacio, preciosa, repitiendo “¡No ha venido! No ha venido”. Tal cual. Estaba vestido tal como me lo había descripto Rosales por teléfono. Yo me levanté para correr al desconocido que acompañado de la rubia, se dio vuelta de golpe y se acercó. “¿Carlos?” –pregunté. “Carlos”, dijo. Y dijo que se preocupó de no verme, habían preguntado por mí varias personas.

La corriente pasaba entre los dos, algo eléctrico. Nos tuteamos, Castaneda despejó inmediatamente sus últimas reticencias. Estaba con un compatriota y no podía representar más la comedia del brasileño o el peruano. El tipo era argentino. Después dijo que mi historia personal, familia de extrema izquierda, escritor confundido, drogadicto decidido, nadador de fondo. Eso lo decidió a conocerme. El susto que te vas a pegar, hermano!!!, repetía, más tarde todavía, medio borracho, o totalmente borracho, simulando.

Salimos del hotel, Fausto Rosales nos estaba esperando en un Wolskwagen con el cual nos llevaría a su casa. Castaneda y yo nos instalamos atrás, la actriz junto al editor. El auto iba y venía por las avenidas me preguntó por Oaxaca: creía que yo había ido a esa ciudad tras los rastros de don Juan.

Le hablé del peyote. No entendiste nada, dijo.

Era cierto.

Dijo que Mario Vargas Llosa había ido a Los Angeles con un equipo de un canal de televisión de Lima. Intentó un contacto. Castaneda no aceptó. “Ese huevón cree que es un genio, quiere ser presidente y premio Nobel. Se cree que vino a este mundo a salvar almas”.

Después de que los invitados comieran (yo tomé vino, Castaneda comió muy poco y no tomó ni agua), alguien le pidió una charla. Pero estaban todos muy borrachos y el hombre ya estaba aburrido. Era tarde. Yo me preguntaba en qué momento haría la entrevista. Después de agradecer a la anfitriona y despedirnos de los invitados, Rosales propuso llevarnos a nuestros hoteles. Esta vez quedé al lado de la rubia. Daryl Hannah hablaba un castellano perfecto. Ella me contó que Castaneda se permitía regresar a la Argentina de tanto en tanto, por su familia. Nunca, jamás nadie lo reconoció. La actriz me preguntó si conocía a Héctor Babenco, el director de cine. Dije que había estado parando en su casa, en San Pablo, año y medio atrás, y que era un gran amigo de mi tío.

“Carlos quiere mucho a Héctor”, dijo.

La entrevista quedó para el otro día. No volví a verlo más. Supe, al otro día, cuando pise el hotel, a la hora convenida, que ese hombre ya no estaba ahí

Foto: Leonardo Poniz

12 respuestas to “Encuentros con hombres notables (1)”

  1. silvia Says:

    qué hermoso relato… uno se siente muy tonto diciendo estas cosas, pero me emocionó y llevó allá lejos y hace tiempo (yo me «iba» leyendo a castaneda, eso me asustaba y creo que por eso dejé de leerlo), gracias por traerlo.

  2. el rumano intermitente Says:

    es un sueño maravilloso

  3. Juan Gonzalez Says:

    Qué precioso y ajustado relato.

  4. crotti Says:

    Fabuloso.
    Me remitió inmediatamente a Carlos Ichazo y su Buenos Aires Mystery School:

    http://www.sustainedaction.org/Explorations/Oscar_Ichazo_and_Castaneda.htm

  5. Pablo E. Chacón Says:

    Ah, Crotti, de eso tenemos que hablar. Estuve siguiendo a Ichazo por Arica, Perú y Bolivia durante más de seis meses, y no hubo caso. Pero todavía guardo un par de libros y algunas otras cosas.

  6. crotti Says:

    Ja! es una alegría que lo conozcas, Pablo. Nunca leí nada suyo (leo demasiado poco en gral). Me metí «superficialmente» con algo que me atrajo, como si fuese una milanesa o un alfajor o la Argentina, y así con Ichazo, de quien me habló un amigo americano hace muchos años. Encontré pequeñas cosas aquí y allá, pero que fueron suficientes para el deleite. Ya murió?

  7. Pablo E. Chacón Says:

    No lo sé. Esto que te cuento fue hace unos veinticinco años, veinteseis años atrás. Yo tengo 46. En ese momento, todo indicaba que estaba en Bolivia, de dónde es oriundo. La pista que tenía era sólida, pero se deshilachó o perdió al cruzar la frontera de Perú a Bolivia, unos tres meses después de pasar de Chile a Perú. El año pasado, leyendo uno de los tomos de la autobiografía del actor, clown, tarotista, mistagogo, cineasta chileno Alejandro Jodorowsky, reapareció. Hay un capítulo entero dedicado a Ichazo en México, antes que yo anduviera por ahí pero no tanto: si mal no recuerdo mediados, fines de los 70. En ese libro, Jodorowsky cuenta una anécdota genial. Ese libro anda por acá, y como estoy por iniciar mi enésima mudanza, seguro aparece. Te lo paso en cuanto nos veamos. Si murió o no, es para averiguarlo.

  8. Jorge Says:

    Excelente relato. Hermoso cuento.

  9. Juan Says:

    Che, acá algo mas sobre castaneda http://elseniordeabajo.blogspot.com/2006/09/castaneda-revisitado.html

    parece que se volvió un revival. y lo curioso es que Chacón posteó ahí también. uuummmmm.

  10. Pablo E. Chacón Says:

    Juan, yo escribí ese comment al post de Casas, y Casas pidió que lo subieran como post, pero quedó como comment. Es anterior a la nota publicada en LLP, y no veo la razón para no escribir este comment. Deberías probar que este comment se «contradice» con mi post, o no?

  11. Pablo E. Chacón Says:

    Pido públicas disculpas al señor Juan González por mi reacción. Es que el Juan que publicó el comment dando a entender no sé qué cosa, no parecer ser usted, según la conversación que tuve con uno de los administradores de este blog sino otro juan que puede ser cualquier juan, y que destila una mala leche sin dudas envidiable para ratas como él. Es posible que sea alguien del Grupo Perfil, pero no voy a dar nombres hasta no estar del todo seguro. En el caso de estarlo, lo único que puedo (y quiero hacer) es hacerlo público.

  12. Pablo E. Chacón Says:

    lo único que puedo (y quiero) es hacer su nombre completo público, debe leerse. Gracias.

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