Cómo ser un burro

Fútbol, cine, literatura: las opiniones y su pertinencia

por Quintín

Esta mañana me puse de mal humor porque el Arsenal no le pudo ganar al Blackburn Rovers en un partido por la FA Cup. Pero peor me puso tener que soportar al comentarista, un tal Weinstein (¿Wainfeld?), me parece, al que no conocía. El tipo era un incompetente en sentido estricto. Entendía poco de fútbol, no conocía la Liga Inglesa, ignoraba lo más elemental sobre el arbitraje. Pero opinaba y opinaba, vociferaba todo el tiempo y hasta se permitía burlarse de los jugadores y del réferi. Era un burro inconsciente de serlo.

A partir de una nota sobre Georges Sorel de Leonardo Sai, hay una discusión entre el autor y nuestro ex cliente Maiakovski (parece que está borrado). No entiendo nada de la nota y no tengo la menor idea de lo que se discute en esos cometarios. No me atrevería a decir una palabra sobre el tema. Soy un burro consciente.

En la nota sobre La virgen de los sicarios, la discusión derivó hacia el cine. Algunos participantes afirman que Eastwood es un mal director, una idea que, a esta altura, pocos críticos comparten. De hecho, es casi un requisito para hacer crítica de cine entender por qué Eastwood (independientemente de la última película, que no vi) es uno de los grandes directores vivos. Aquí no se puede hablar estrictamente de incompetencia, sino de un orden paralelo de conceptos. No puedo discutir de cine con alguien que cree que Eastwood es malo, así a secas. Para poder hacerlo, sería necesario que mi interlocutor comprendiera primero por qué los críticos dicen que es bueno y (no vale decir que los críticos admiran a Eastwood porque son esnobs o imperialistas) y poder rebatir esas ideas con algo más que el gusto individual como único parámetro.

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Tampoco puedo discutir de cine con Leonardo Sai, que califica de excelente a Ciudad de dios porque “es un documento”. Su “excelente” es incompatible con el de la crítica (aunque no falten críticos que usan ideas parecidas), ya que esa calificación presupone en el cine una instrumentalidad para la demostración de verdades políticas o filosóficas y no una ética específica (sin la cual no hay crítica en un sentido moderno). No hay diálogo posible allí. Pero tampoco lo hay, aunque aquí es más sutil la distancia, cuando se dice que la película (vuelvo a Ciudad de dios, con sus pequeños delincuentes maquillados como modelos publicitarios) es buena porque tiene personajes creíbles y complejos, describe una situación social o tiene buenas actuaciones u otros méritos profesionales que, de un modo u otro, tienen que ver con la psicología, la sociología y la escritura del guión. No hay duda de que el cine es inferior a la literatura en tanto literatura. Ni tampoco de que la mayoría de las películas son guiones filmados y, por lo tanto, carecen de interés cinematográfico. Para decirlo brutalmente, para encontrarse con buenos personajes, es mejor quedarse en casa leyendo a Dickens. De todos modos, en la discusión me llamó la atención un seudónimo, Boudu, que tal vez provenga de Boudu salvado por las aguas de Renoir, lo que ya indicaría que la cosa va bien orientada. El problema es discutir de cine sin haber visto una película de Renoir. Es decir, discutir se puede siempre, somos todos muy democráticos y el gusto de uno es tan bueno como el del otro. Pero no sé si sirve para algo porque los conceptos utilizados están en mundos que no se tocan.

Ya que hablé de la pertinencia de las opiniones sobre fútbol, cine y filosofía, debería decir algo sobre literatura, materia que ocupa la mayoría del centimetraje de LLP. Pero no sé qué decir. A diferencia de lo que ocurre con el cine, donde la discusión (en general), suele ser más bien silvestre, circulan por aquí muchos lectores que tienen una formación universitaria en Letras. Allí se aprende (o, al menos, se enseña) imagino, un sistema crítico que permite, entre otras cosas, separar los juicios pertinentes de los que no lo son. Pero, sin embargo, es para mí muy placentero navegar a tientas por las agitadas aguas de la crítica literaria, no tener idea de cuáles pudieran ser esos conceptos y recibir los insultos de los entendidos no tanto por los errores sino por la mera arrogancia de la empresa. En literatura soy como nuestro comentarista de fútbol, un burro inconsciente. Pero empeñoso.

Foto: Flavia de la Fuente

9 respuestas to “Cómo ser un burro”

  1. maiakovski Says:

    Acá estoy, acá estoy. Lo que pasa es que volví a laburar y tengo menos tiempo. ¿Me extrañan?

  2. tomás abraham Says:

    con todo respeto y sin ironía, me gustó mucho a cidade de deus, parece un documento maquillado, como un libro de historia, los que más me gustan. me gusta, a veces, eastwood. el problema de eastwood es que veo lo extracinematográfico justamente en su cine, porque es digestivo y cardiológico, como en la historia de la muchacha boxeadora. apunta al estómago del espectactor, y si no resulta, al corazón. knout-out. tiene una demagogoa despiadada. salvo en la serie de harry y tantas otras. entiendo a sai, extraño a maiakovski, me gusta renoir, y también la volpe.

  3. Leonardo Sai Says:

    Sobre Sorel, Quintìn, hablamos otro dìa… el blog es fugaz y eso ya pasò. A mì me gusta el cine, y lo veo con las anteojeras de la sociologìa. Llamalo instrumentalidad, o como quieras. Viva Armando Booo!!! Y la Coca Sarli!!!

  4. lalectoraprovisoria Says:

    «Pasò», «sociologìa», «Quintìn», «mì». Está bien que seas un afrancesado pero no hay por qué escribir todo con acento grave…

  5. juan Says:

    Este comentario tal vez no sea pertinente, por lo que pido disculpas por adelantado. Es que leyendo a Quintín me acordé de otro comentarista de fútbol, que relata por Fox Sports, si no me equivoco, los partidos de los sábados de la Premier League; creo que se escribe así. No sé si alguien lo habrá escuchado, pero es un tipo que les pone sobrenombres a todos. A uno lo llama «Pan triste», a otro «, no sé, pongámosle, Kojac (un pelado), y así con casi todos los jugadres, salvo unos pocos rubios y de ojos celestes que el considerará perfectos. Tal vez esto sea de lo más trivial, pero a mí me parece agresivo -expone de un modo impune la típica socarronería argentina de aquel que se cree por encima de los demás- y además creo que es una falta de respeto hacia los jugadores y hacia los que están mirando el partido. Seguramente habrá gente a la que esto le parecerá divertido. Yo lo encuentro triste, y muy poco noble. Incluso violento.

  6. fabián Says:

    Bueno, no hay nada más demagógico que dirty harry que, de todos modos, no es de Eastwood.

  7. Ella Says:

    De acuerdo, como comentarista de películas, mi opinión es pedestre. Y nunca pretendió ser otra cosa. De todos modos, Quintín, y con el máximo respeto de una lectora que desde hace años te sigue en las rutas del cine, me sorprende que parte de tu respuesta sea que si queremos ver personajes complejos no vayamos al cine.
    Desde adolescente, pude apreciar en salas que hoy ya no existen, y en otras que por suerte resisten, que muchos de los grandes directores fueron también excelentes lectores de la condición humana (pienso en Losey, en Bergman, en Fellini, en Kurosawa, por decir unos poquitos que veía entonces). Ahora, también puedo pensar en varios, y claramente, no incluiría a Mireilles -no recuerdo si se escribía así- en esa lista. Está claro que construir personajes medianamente complejos no alcanza para hacer una buena película. No es suficiente. Pero lo contrario, el no hacerlo, en especial, en películas en la cual los personajes gozan de una centralidad incuestionable, baja demasiado el amperímetro, desde mi punto de vista. Mäs allá de que la película sea o pretenda ser sólo un «documento» o aspire a ofrecer una gran película a un puñado de cinéfilos.
    Sobre las cuestiones estrictamente cinematográficas, nos seguirán iluminando los buenos críticos, ustedes. A veces, aprenderemos, y estaremos de acuerdo. Otras, también aprenderemos, pero podremos estar en desacuerdo, por razones que pueden exceder lo cinematográfico, o, mejor dicho, encontrarse en sus márgenes.
    Saludos.

  8. BobbyFischer Says:

    Bueno Quintín tampoco es cuestión de ser un talibán del autorismo. Cualquier critico o cinéfilo avezado sabe de la importancia de Eastwood en la historia del cine pero también (si tiene una retina critica lo suficientemente sensible) de sus altibajos a partir de Río Místico, donde quizás por miedo a morirse solo y sin reconocimiento, dejo de hacer grandes films para amplificar el volumen de su discurso con una mezcla cinismo y/o didactismo moralista.

    En ese sentido uno imagina viendo Cartas de Iwo Jima (una película cuya realización solo se explica en atender las demandas de un box office globalizado y la situación política mundial que exige la urgente revisión del punto de vista hegemónico norteamericano) que un Mizoguchi 60 años atrás (o el Renoir de la Gran Ilusión si ud. quiere) con muchos menos recursos (impresionable a la sangre y todo como era) hubiese desarrollado el mismo relato con muchísima mas maestría y complejidad.

    El punto es que esta última etapa de Eastwood poco le aporta a su ya prestigiosa filmografía (por lo que halagos sobran). Por otro lado contrastar a los verdaderos autores con esta última etapa de CE sirve para poner las cosas en perspectiva. El problema es que se siguen utilizando los mismos conceptos de siempre: Autores, artesanos, etc. Bazin, Daney, Truffaut ya murieron y parece que la única posibilidad que tienen muchos maestros ciruela de la critica de cine contemporánea (no ud por favor) para «seguir evolucionando» es utilizar las viejas etiquetas y a través de un consenso critico perezoso y falto de imaginación, repartirlas como si fueran caramelos. (Atacar una película condenable como Ciudad de Dios siempre por dos conceptos archiconocidos y gastados por el abuso: la abyección rivettiana y la estetica-cosmetica del hambre glauberiana)

    Como si la filosofía moderna hubiese terminado con Descartes.

    Saludos afectuosos.

  9. BobbyFischer Says:

    Aclaro que no es mio ningun comentario del post anterior.

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