Intimidades de La lectora provisoria
por Flavia de la Fuente
Y pensar que ayer a la tarde, mientras salíamos a hacer los mandados, Quintín me comentaba: “¡Qué suerte que Tomás escribió esa nota y puso un poco de orden! Yo jamás podría haber dicho las cosas de esa manera, con tanta autoridad. Es un maestro.”
Por mi parte, yo también estaba admirada y agradecida al justo y equilibrado juez Tomás, que había venido raudo y a caballo a dirigir la tropa de los comentaristas compulsivos. Debe ser, pensé, que está acostumbrado a pararles el carro a sus alumnos que se insubordinan.
Así fue como Q se sintió autorizado a dejar en suspenso muchos comments durante toda la noche, para recién evaluar con la fresca si eran objetos polucionantes o no.
¿Pero qué pasó hoy? El indomable Tomás se arrepintió, como ya lo había hecho otras veces, por ejemplo, en la desopilante trilogía sobre los besos entre hombres en TP. Así nomás, sin aviso, de pronto y muy suelto de cuerpo escribe que viva la pepa, que somos todos amigos y que reine el caos, que donde hay ruido hay alegría. Que esto es el Big Brother. OK.
Todo esto me retrotrae a una vieja pelea que sostengo con Q, desde hace más de 10 años. En esos tiempos teníamos un programa de radio con Gustavo J. Castagna que se llamaba La posada maldita. Como es usual cuando la audición tiene más de un oyente, contábamos con una banda de fieles escuchas que llamaban 10 veces por programa y siempre tenían algo que acotar o preguntar. Y también, como es usual, esos que llamaban 10 veces por programa eran siempre los mismos. Yo, el día en que no llamaban, me preocupaba. ¿Qué le andará pasando al Fantasma o qué tendrá María Isabel de Once? Q, en cambio, saltaba en una pata cuando se pegaban el faltazo. A mí su compañía me resultaba grata, a Q le daban ganas de estrangularlos. Creo que lo que más me gustaba de la radio era leer los mensajes, mientras que a Q, escuchar sus propios monólogos. Acá pasa un poco lo mismo. Pero no piensen que no le importa que no lo lean. Mi casa, desde que empezó LLP, parece el búnker de un partido político en día de elecciones. Seguimos el boca de urna minuto a minuto, la paz parece haberse ido para siempre. Tomás, creo que muy sabiamente, prefiere no tener acceso a las estadísticas. Igual yo se las mando al final de cada día. Y hoy es un día especial porque batimos nuestro récord de visitas: 1610, en parte, gracias a que la nota sobre el plagio provocó un insidioso comentario de Santiago Llach, quien llama “Lilito Carrió de la literatura” a Quintín. Pero Q se siente muy honrado por la comparación pese a que no lleva ninguna cruz colgando del pecho. Esto no es de ahora. Hace ya muchos años, escribió una nota en El Amante titulada nada menos que “Para Elisa”.
Y además de vivir en un eterno día de elecciones, mi casa volvió a ser, a la vez, un taller de gráfica. Me siento en Acuatro, nuestro reducto de la calle Paraná, donde teníamos de clientes a escritores como Chejfek que era empleado de la Gandhi, Caparrós que no sé qué hacía, Dorio y hasta Cecilia Felgueras cuando no la conocía nadie (bueno, ahora tampoco la conoce nadie). Así que de nuevo estamos todo el día en la computadora editando notas, corrigiendo textos con Gabriela Ventureira, pegando y sacando fotos. La cuestión es que, paradojas del destino, desde que empezamos con LLP no nos queda un segundo libre para leer. Veremos cómo salimos de este atolladero.
Posdata: Por haber batido el récord de visitas desde nuestros comienzos hace exactamente cuatro semanas, se ha declarado un jubileo. Por lo tanto, en este mismo momento, se subirán todos los comentarios pendientes de Maiakovski.
Foto: Flavia de la Fuente
febrero 9, 2007 a las 10:31 pm
Qué alegría.