Historias sanclementinas
Por Flavia de la Fuente
Todavía no había terminado de digerir (creo que nunca lo haré) que me llamaran “señora” y me trataran de usted cuando, un caluroso día de diciembre, en el Superclemente (el supermercado del pueblo) mientras hacía las compras con mi sobrina Vera, ¡mi carnicero me preguntó si la nena era mi nieta! Debo confesar que casi me desmayo. Descompuesta y tratando de disimular el estupor le contesté: “Pero si ni siquiera tengo hijos, ¿cómo voy a tener nietos? Solo voy a tener unos falsos nietos, si Vera o su hermanito Simón deciden reproducirse. ¡Pero jamás seré abuela!” Recuperada del shock —soy una cuarentona que trata de mantenerse en estado y, pese a lo que me muestra con precisión el espejo (bah, hasta el espejo es benevolente porque ya tengo presbicia), me cuesta creer que tengo los años que tengo—, me di cuenta de que al pobre carnicero le parecía natural que yo tuviera una nieta de casi 10 años (Vera es una hermosa nena, casi tan alta como yo, que soy muy petisa, y parece una adolescente dark) ya que él, el carnicero, tiene apenas 25 años y dos hijos ya bien creciditos en su haber. ¡Yo podría ser su madre y tener dos nietos de la edad de Verita!
Parece que así es nomás en este pueblo. La gente de mi edad es abuela, bisabuela o tatarabuela, porque, además, hay muchos amores precoces que terminan en familias con padres infantes. Por ejemplo, conozco el caso de un empleado de una tienda que tuvo su primer hijo a los 13 años y después otro a los 15. Y cuando azorada se lo comenté a mi vecina Pita, no se le movió un pelo y me dijo que era de lo más común en estos lares. ¿Será que hay demasiados médanos? ¿Qué los inviernos son muy fríos y aburridos? Cuentan que, en esos casos, los padres púberes siguen viviendo con sus familias de origen hasta que son mayores de edad y recién entonces se van vivir con su mujer y sus hijos. Otra rareza sanclementina, o tal vez, pueblerina. No sé. Es el primer pueblo en el que vivo y todo me resulta muy extraño.
Siguiendo con el tema de la maternidad y de mi vecina Pita, en abril del año pasado, cuando volví del Bafici me contó que iba a ser nuevamente abuela. Pita tiene 62 años y miles de nietos de todas las edades. Le pregunté muy interesada, ya que conozco perfectamente a la futura madre, cuánto faltaba para el parto y me respondió que solo tres meses y que su hija recién se acababa de enterar de que estaba embarazada. Es cierto que Vilma es gordita y que tiene mucho trabajo porque tiene que criar unos cinco hijos y que no tiene tiempo para a dedicarse sí misma. ¿Pero no darse cuenta de que estaba de seis meses? ¿No se daba cuenta de que no le venía la menstruación? ¿Puede ser que haya perdido la conciencia del paso del tiempo? El hecho es que, a los tres meses, muy puntualmente, nació el robusto Augusto.
Para terminar con las anécdotas de maternidad/paternidad, el otro día fui a comprar unas plantas que me encantan, que crecen en verano y se llaman Cosmos. El dueño de ese vivero vive apaciblemente con su mujer en el medio de la nada, entre las dunas. Son dos hippies cuarentones y él es una especie de Tarzán de la costa. Magro, erguido, bronceado y siempre con el torso descubierto. Resulta que este año tuvieron una bebita y, como se fascinaron con la plantita recién nacida a quien llaman “Princesita”, descuidaron a los pobres Cosmos y Agateas. Así es cómo el hippie este año no tenía ninguna planta para vender más que a su princesita, que me confesó que a veces cree que es una planta.
Carpe diem. Ese parece el lema. Nadie sabe en qué día vive, se resisten a hacer cuentas, es como si habitaran en otra órbita, sin tiempo, sin estrés, sin problemas digestivos. Creo que pese a que todavía me resultan bizarros y parcos, parecen poseer una especie de sabiduría que tanto a mí como a Q nos vendría muy bien. ¿Cuánto era dos más dos?
Ojo. Les mentí. No son todos así. Están también los comerciantes tradicionales y los políticos. Esos saben la hora exacta.
Foto: Flavia de la Fuente
febrero 8, 2007 a las 10:48 am
Le recomiendo, Flavia, que se haga vegetariana y coma una princesita con el té de la tarde.
Es más fácil de digerir.
Un abrazo corporativo.
febrero 8, 2007 a las 2:30 pm
De acuerdo a la teoria de la evolución, el futuro no va a ser de los mas inteligentes, sino de los que procrean mas. Los que vivan dentro de cien años, van a ser descendientes no de Quintin y Flavia sino de la tipa de San Clemente que tuvo un monton de hijos. Asi es la vida.
febrero 15, 2007 a las 1:56 pm
No es solamente en San Clemente Flavia, parece ser que es una cualidad (!?) extraña de los pueblos, creo que si hace frío se multiplican las cantidades y variantes. En mi pueblo es así…por eso me mudé a Buenos Aires.