Sobre la playa, LLP y Jules Renard
Por Flavia de la Fuente
Hoy es uno de los pocos días de playa verdaderos de este verano. No hay viento, hace calor y el mar está tibio. Por fin no me siento en la Patagonia. Está ideal para pasarse horas enteras al borde del mar haciendo nada. Me quedé un rato largo parada en la orilla con las olas rompiéndome en las piernas. El espíritu estival me invadía y me hubiese quedado así todo el día, con la mente en blanco. ¿Y por qué no hacerlo? ¡Disfrutar como un animalito o un chico de las bondades del agua y el aire fresco! No es algo que se pueda hacer siempre, ni siquiera Q y yo que vivimos a 30 metros del mar. Pero tuve mis razones para abandonar ese efímero edén. En primer lugar, mi piel no tolera el sol del mediodía y, además, si no volvía en un lapso razonable, Q me mataba porque quería que escribiera algo para La lectora provisoria. Así que mi día vacuno fue pospuesto para otra ocasión.
Muchos lectores nos elogian el diseño austero y nos instan a que continuemos en esa línea. Así lo haremos. Tomás, Quintín y yo nos declaramos enamorados del aspecto de LLP. ¡La queremos tal como es: simple y contundente! Como ya lo dijimos, lo que nos importa es escribir y que la presentación sea amable y clara. Creo que lo logramos. Y a mí me encanta sacar fotos, así que también las ponemos. Soy una fotógrafa amateur permanente, no salgo a la calle sin mi camarita. Lamentablemente, no tengo ningún conocimiento sobre fotografía. Pero captar las distintas luces y encuadrar la realidad es uno de mis grandes placeres.
Se acaban de ir las Hermanas Ventureira y para que no nos pongamos tristes vinieron Diego Brodersen y Cristina García en su reemplazo. Se aguarda para mañana a Marcela, la mujer de Broder. Pero esto de las visitas es un fenómeno veraniego. En invierno solo se aventuran por estas desoladas costas los amigos más valientes o menos friolentos. Y entonces nos quedamos solos. Solos de verdad, porque en dos años no nos hicimos de ningún amigo acá. El invierno es duro, pero, por suerte, todavía falta mucho.
San Clemente en verano es un caos. Después de pasar 9 meses en la quietud más absoluta, donde solo nos acompañan el ruido del viento, del mar y de los cascos de los caballos, a fines de noviembre la playa se empieza a poblar de gente. Eso tiene su gracia. En lugar de caminar solos con las gaviotas y los perros playeros, el espectáculo humano invade nuestro territorio. Se escuchan chillidos de alegría, hay cientos de niños panza abajo en los laguitos que se forman en el mar. La playa bulle de vida, color y felicidad. Pero la vida cotidiana se complica. Por suerte, conocemos todos los trucos para evadir las multitudes.
Bueno, volviendo a las Ventureira, antes de irse, Gabi me devolvió un libro que le había prestado hace tiempo, el Diario (1887-1910) de Jules Renard, que se publicó por primera vez después de su muerte. Yo se lo había prestado hace mucho, no recuerdo exactamente cuándo, porque me había fascinado la agudeza y el humor del escritor. Tan fanática era que me compré una versión más completa en francés. Creo que lo descubrí gracias a Vila-Matas, quien tal vez lo citó en Bartleby y Cia. Pero a Vila-Matas le debo mucho más que conocer a Jules Renard. El catalán me introdujo en un universo de autores que desconocía y por lo que le estaré eternamente agradecida. Y, además, soy fanática del propio Vila-Matas, su último libro, Doctor Pasavento, es una joya y también me encantaron Suicidios ejemplares, Hijos sin hijos, París no se acaba nunca. Todavía no leí El mal de Montano que él dice que es su obra más personal. Ya lo leeré en cuanto lo encuentre en esta casa desordenada.
Volviendo a Renard, el tema es que hace unas tardes me dispuse muy contenta a deleitarme con su relectura. El tipo me siguió pareciendo brillante, preciso, punzante. El problema fue que me resultó demasiado punzante, es más, me lastimó. No toleraba leerlo. No podía soportar tanta crueldad. El veneno que destila Renard, que no me había afectado para nada cuando era más joven, ahora me dolía. Su lectura me dejó impávida. Es más, dejé de leerlo. Me asustaba. Jules Renard tuvo una vida dura. Su padre se suicidó de un tiro en el corazón y desde siempre odió a su madre y el odio era tan grande que hasta se animó a escribir: “¡Ah! ¡Que mi nacimiento no le haya costado la vida a mi madre!”. Y hay muchísimas citas de ese tenor de violencia, que yo había pasado por alto. Sólo me había quedado con su sentido del absurdo, su ingenio, su lucidez.
Uno de los primeros párrafos con los que me topé en la relectura salteada que hice esta vez me pareció óptimo para La lectora provisoria.
“El talento es cuestión de cantidad. El talento no se demuestra escribiendo una página, sino escribiendo trescientas. No hay novela que una inteligencia mediana no pueda concebir, ni frase tan hermosa que no la pueda construir un principiante. Pero hay que empuñar la pluma, preparar el papel, ir llenándolo pacientemente. Los fuertes no dudan. Se sientan a la mesa, dispuestos a sudar. Llegarán al final. Acabarán la tinta, gastarán el papel. Esta es la única diferencia entre los hombres de talento y los cobardes que nunca empezarán. En literatura, sólo existen los bueyes. Los genios son los más gordos, los que penan dieciocho horas al día de forma infatigable. La gloria es un esfuerzo constante.”
Seguí leyendo y otra frase me hizo acordar a la eterna discusión con Q, quien tiene alma nata de crítico y siempre quiere leer las novedades argentinas e internacionales, mientras que a mí me tienen sin cuidado.
“Uno se equivoca siempre sobre sus contemporáneos. Así que no los leamos.”
Otra para Q que se resiste a emprender un proyecto de largo aliento.
“Dices que no estás maduro. ¿A qué esperas? ¿A pudrirte?”
Jules Renard era admirador de Victor Hugo, uno de los pocos escritores que le interesaban.
“¡Qué rabia no ser Victor Hugo!”
Y una para el actual jefe de Gobierno de BA, tan aficionado al Colón.
“Lo que sí es bello, ridículamente bello, es la Opera. Es oficial, ministerial. Es una especie de gran café en el que se citan los escotes y los diamantes, y algunos sordos que quieren hacer creer que oyen.”
Y hablando de las papeleras uruguayas:
“En el fondo de todo patriotismo está la guerra: por eso no soy patriota.”
Y varias citas más de yapa. Perdonen la ausencia de las más duras. Me tiemblan las manos al transcribirlas.
“Nuestra vanidad no envejece: un cumplido es siempre una primicia.”
“Mirar un rayo de sol en una habitación oscura. Está lleno de polvo. No hay nada más sucio que un rayo de sol.”
“La simpatía suele producirse entre dos vanidades que aún no se han contrariado.
“El hombre feliz y optimista es un imbécil”
“Hay gente tan aburrida que te hace perder el día en cinco minutos.”
“La voluntad no está lejos: la oímos detrás de la puerta. Imposible hacerla entrar.”
Ayer a la tarde, me terminó de obsesionar la siguiente cita.
“Es difícil ser bueno cuando se es lúcido.”
Discutimos durante la cena sobre el significado de la frase. A nadie parecía importarle demasiado. Estaban mucho más concentrados en las rabas y la lisa a la portuguesa. Pero a mí me había dejado obsesionada. No entendía por qué la lucidez impedía la bondad… y, como era de esperar, no llegamos a ninguna conclusión. Q, harto de mi filosofía barata y desconsolado ante mi insistencia sobre el tema, me recomendó que fuera a Père-Lachaise o a donde sea que yace Jules Renard a preguntarle.
enero 24, 2007 a las 5:48 pm
Excelente! :-)
enero 25, 2007 a las 1:57 am
Tenía entre ocho y diez años y mi madre me regaló algunos libros, entre ellos Pelo de Zanahoria de Renard, y hoy siento la misma angustia y deseos de llorar que sentía al leerlo, la historia de un chico viviendo bajo régimen de crueldad. Supongo que mi bienintencionada madre debía pedir «libros para chicos» en la librería; desde entonces esquivé a Renard, ese Diario parece muy tentador pero creo que no tengo más resistencia a la crueldad de la que tenía entonces.
enero 25, 2007 a las 8:46 am
descubrir otro blog por estas playas es como saber que anda otro náufrago en alguna parte de la isla del tuyú
un saludo grande
que bueno esto.
por acá volveré a leer
enero 25, 2007 a las 4:27 pm
Es un gran placer volver a leerlos luego de tanto tiempo…desde vuestras notas en El Amante…Saludos a Q…lo conoci hace unos años en un taller sobre crítica de cine que organizaba en la oficina de la calle Esmeralda…creo que en el año 2000…yo escribia unas criticas mezclando películas y filosofía…era divertido…Q era una persona muy graciosa…Yo me divertia mucho con el…alto, grandote, tímido, lúcido, amable, esquivo…
Saludos cordiales, felicitaciones y que dios reparta suertes al trio organizador de este blog…
enero 25, 2007 a las 5:45 pm
Me encantó el Blog.
Me voy a leer los posts anteriores.
Saludos!
febrero 4, 2010 a las 10:11 am
ami me pico un agua viva busco unformacion